Beirut. Es memoria, es viaje y es parte de lo que soy.
Desde que descubrí Beirut en 2007, su música se quedó conmigo como un lugar al que siempre puedo volver. No escucho canciones para llenar el silencio; entro en ellas con todo lo que soy, con mis recuerdos, mis emociones y los paisajes que imagino. Gulag Orkestar y Elephant Gun fueron como abrir un álbum de fotos antiguo de un sitio en el que nunca estuve, pero que siento como mío.
Vuelvo a esas canciones porque me recuerdan que lo verdadero no envejece. Me gustan las melodías que resisten el tiempo, los arreglos que no necesitan artificios para conmover, esa mezcla de melancolía y aventura que parece escrita para un alma viajera como la mía.
Tengo una afinidad con lo atemporal: me atrae lo que lleva historia, aunque no sea la mía. Escuchar Beirut todos estos años ha sido como conservar una libreta de viaje a medio escribir: cada vez que regreso, agrego una página nueva, pero sin borrar las anteriores.
Beirut no es solo música para mí. Es memoria, es viaje y es parte de lo que soy.
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